sábado, 8 de octubre de 2011

Ciervos con cabeza de águila.

Me gusta dormir  quizá es lo que mas me guste en esta vida. Y quizás me gusta tanto porque me cuesta mucho conciliar el sueño.
No soy de esos que tan sólo con meterse en la cama se duermen. Ni tan siquiera consigo dormirme en un coche, ni en una silla, ni estirada en medio de la playa.
Desde pequeña he pensado que dormir te aparte del mundo, te hace inmune a sus ataques. La gente sólo puede atacar a los despiertos, a los que están con los ojos abiertos. Los que desaparecemos en medio del sueño, somos inofensivos.
Pero me cuesta llegar al sueño. Debo confesaros que siempre he necesitado una cama para dormir, y aún diré más, mi cama. Por ello siempre he admirado a aquella gente que a los dos segundo de colocar su cabeza sobre cualquier tipo de superficie se queda completamente dormida. Los admiro y los envidio... ¿O acaso puedes admirar algo que no envidias? ¿O puedes envidiar algo que no admiras?
Yo siempre necesito mi cama, creo que es una buena definición  acerca de mi, bueno, quizá acerca de mi sueño. Además, pienso que tu cama, perdón corrijo, tu almohada, es el elemento más importante en la vida de una persona.
A veces nos han hecho esa pregunta tan inútil: ¿Que te llevarías a una isla desierta? Y siempre pienso: Mi almohada. Aunque no sé por qué acabo diciendo: un buen libro y unos buenos amigos, utilizando siempre ese adjetivo tan poco acertado.
Y lo cierto es que tardas años en hacer tuya una almohada; cientos de dormidas para darle esa forma tan especial que la define y que tanto te atrae y te lleva al sueño.
Al final,, sabes cómo doblar la almohada para conseguir el sueño perfecto, cómo girarla para que la temperatura no sobrepase la que te gusta. Incluso sabes cómo huele después de una buena dormida. Ojalá pudiésemos saber tanto de las personas que amamos y duermen a nuestro lado.
Aunque tengo que deciros que no creo en el amor, ya lo dejo claro para que no queden dudas. No creo en amarse, no creo en morir de amor, no creo en suspirar por otra persona, en dejar de comer por una persona especial.
Pero en lo que sí he creído siempre es en que las almohadas llevan en su interior parte de tus pesadillas, de tus problemas y tus sueños. Y es por esa razón por la que les ponemos esas fundas: para no dejar ver los rastros de nuestra vida. A nadie le gusta verse reflejado en un objeto. Dicen tanto de nosotros nuestros coches, nuestros móviles, nuestra ropa...

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