Que tentador pensar en un viaje encantado y sentarnos en la ventana buscando una estrella que parpadee, y si algún día la vida nos da la espalda y hace añicos todas nuestras ilusiones, abrimos el cajón en el que vive el recuero de aquel niño que un día fuimos, y que en realidad siempre seremos, para empaparnos del polvo de hadas que es capaz de llevarnos volando hacía cualquier parte.
Cuando la vida nos de razones para olvidar, nosotros olvidaremos todos los motivos que nos impiden sonreír e intentar ser felices. Estará nuestra felicidad más allá del amanecer, tanto como nosotros nos atrevamos a hacer nuestros corazones volar.
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